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Recursión

Escapar. Huir. Correr. No sabe quién es, ni dónde está, ni qué momento es. Pero todo su ser le indica que debe alejarse de ese eco, ese sonido que no logra comprender. Pareciera ser una multitud de voces, pero al mismo tiempo sabe que es solo un sonido. Tan solo oírla le produce una gran desarmonía en su mente, todo se torna un revoltijo.

A ratos cree entender algunas palabras, sin embargo, no le hacen sentido. El murmullo describía algunas de sus acciones mientras las realizaba. No. No era eso. ¿Acaso era ella quien hacía las cosas luego de que los sonidos ocurrían? No podía estar segura, sin embargo, huir parecía enmudecer ligeramente las voces, así que continuó haciéndolo.

El tiempo se sentía una eternidad cada vez que intentaba calcular cuánto rato había transcurrido, sin embargo, podía advertir que esas eternidades no eran más que momentos cortos. Intentó hacerle sentido a esa reflexión, porque además cada momento corto se sentía eterno en su singularidad. En ese instante las voces, que aparentemente habían dejado resonar, se transformaron en un estruendo. Esta vez la potencia del sonido le hizo caer de rodillas al suelo, logrando apoyarse en sus manos como reflejo.

Al levantarse, notó una completa diferencia a su alrededor. No sabía dónde se encontraba, pero definitivamente no era el mismo lugar que hace un momento (¿o acaso fue una eternidad?). Se sentía perdida. El lugar que la rodeaba era un pueblo de apariencia inhóspita en el cual se distinguían algunas viviendas, sin embargo, había una que llamó su atención. No sabía realmente porqué, a simple vista no era distinta al resto y era bastante simple a su parecer. Tenía una puerta frontal abierta y una gran ventana al costado. Se acercó con curiosidad a esa casa y al pasar frente a la ventana no pudo evitar notar que, dentro del marco de esta, había inmediatamente otro marco. Más impacto aún le causó el hecho de que si seguía con la mirada desde ese marco hacia el centro de la ventana, había otro marco más. Sintió una molestia en su ser, como si se estuviera escindiendo por dentro, así que movió su vista hacia la puerta y sin pensar demasiado entró.

En el interior de la casa no había mucho, tan solo una vieja mesa y unos estantes. Sobre la mesa había algunos objetos que parecían resaltar. Logró ver un lápiz y unas hojas, pero no las tomó demasiado en cuenta. Una cebolla llamó su atención. Se acercó a la verdura y la tomó en sus manos. Sin razonar mucho por qué, decidió romper la cáscara y quitar la capa exterior de la cebolla en uno de sus lados. Para su sorpresa, la segunda capa del vegetal tenía otra cáscara, era como si hubiera otra cebolla por dentro. Experimentó una confusión tremenda que solo se acrecentó al momento siguiente, ya que la cebolla se deshizo en sus manos en un sinfín de cebollas de menor tamaño. Algunas cebollas rodaron por el suelo y chocaron contra un espejo al fondo de la sala.

Con temor, se acercó lentamente al espejo hasta que el ángulo le permitiera ver su reflejo. Le tomó unos momentos, pero cuando logro descifrar lo que estaba frente a ella se sintió minúscula, porque frente a ella estaba todo y de alguna forma ese todo estaba delimitado por una figura que reconocía como suya. No podía creerlo.

En ese momento sintió una especie de revelación: comprendió el porqué de todo y lo que debía hacer. Sabiendo ahora que su eternidad se acababa, se acercó a la mesa, tomó el lápiz y, mientras hablaba, empezó a escribir sobre el papel algo que solo le tomaría un pequeño momento: “Escapar. Huir. Correr. No sabe quién es, ni dónde…”

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